A veces necesitamos derrumbarnos

A veces las personas necesitamos derrumbarnos. Derrumbarnos para parar con el sufrimiento y tristeza que, de vez en cuando, sentimos. Necesitamos derrumbarnos, regenerarnos y hacer como que no pasó nada, como siempre solemos hacer. Porque nos hundimos en nuestra propia miseria y no podemos salir. Ya no nos importamos y no nos importa nada a nuestro alrededor. Sentimos que no vamos a salir del pozo medio vacío, y a la vez pesado, que sentimos, en nuestro pecho. Ya no queremos saber nada al respecto.

Por suerte, algunos nos levantamos de ese pozo, solos. Otros, como yo, necesitamos que nos salven. Que nos salven de ese misterio pasajero que nos arruina la mente y trata de ahogarnos en ese vaso medio vacío del alma.

Un simple abrazo de la persona indicada. Porque sabés que es el momento en el que la gota rebalsó el vaso y que necesitás descargar esas lágrimas que estuviste aguantando tanto tiempo.

Ese abrazo, en vez de reconfortarnos, derrumba nuestro muro de piedra, nuestra coraza de oro -supuestamente irrompible- que necesitamos. En vez de calmarnos, nos hace explotar en llanto, rendidos, resignados al destino que nos tocó y nos seguirá tocando aguantar.

Porque queremos creer que todo tiene un lado bueno, que «todo está bien». Lo peor es que ese misterio va a pasar, como todo.

Es entonces cuando te das cuenta que las lágrimas dejaron de mojar mejillas y que la gran tormenta terminó. Aunque tu cielo solo está nublado, todo te importa poco. Creés que ya pasaste lo peor. Aunque solo tu inconsciente sabe que no es así.

Pensamos que el sol siempre vuelve a salir.

La tormenta también.

 

Escrito por Malena Telias.