Una batalla de victoria ausente

El arma le quedaba grande. No entendía cómo usarla ese joven de 19, confundido, inexperto, pero por sobre todo inocente, que emprendía la marcha. Un nuevo día lejos de casa, un nuevo día buscando sobrevivir. ¿Por qué estoy acá si no lo elegí… esto es en verdad la Patria? Se preguntaba una vez más, esperando que la respuesta lo encontrase cuando despertara y se diera cuenta de que en realidad nada de esto había pasado. Era un pensamiento lindo al que aferrarse. Mientras la incertidumbre lo inundaba, también lo hacía la densa niebla y el ruido de las olas bañando las costas de las Islas Malvinas, a medida que él se iba preparando para abrir fuego.

Otra vez el grito, otra vez los ojos llorosos, otra vez las imágenes de su madre, padre y hermana aparecían para darle valentía, o al menos esperanza. Entonces, con estos abrumadores pensamientos le dejaron de temblar las piernas, y ahí se aferró al arma que tan ajena sentía, cerró fuertemente los ojos, apretó los dientes y peleó por su familia, por su país, en una batalla de victoria ausente.

A sus costados veía cómo caía su compañero, quien una hora antes le habría de contar, con lágrimas en los ojos y nostalgia en sus palabras, todo sobre su hermoso pueblito en Rosario. Sin embargo, toda narración quedó en el olvido cuando unos segundos después fue su turno, cayendo derribado en el frío suelo al tiempo que en su querida casa, se festejaba que la guerra se estaba ganando.

En ese instante, la mujer despertó. Era el año 2019 y ella estaba abatida por la pesadilla que su hijo nuevamente protagonizaba. Recobró la consciencia sólo para comprobar, con angustia, que no había más que verdad en su sueño, que habían pasado 37 años y que su hijo seguía sin regresar. Recordó instantáneamente quién era y la amargura que pesaba en su alma. Se repitió a sí misma que en las Islas Malvinas, en suelo argentino, se encontraba otro joven asesinado por aquel Estado genocida. Y que si pudiera responderle a su hijo le diría que lo de aquel entonces no era patria, y que él y tantos otros jóvenes, no eran héroes… sino víctimas.

 

Escrito por Dalia Ivanoff

5to Comunicación