Hijos a la carta

¿Somos nuestra secuencia de ADN, nuestros genes?

¿Somos nuestra historia? ¿Somos parte de un relato? ¿Somos nuestra cultura? ¿Somos nuestros anhelos? ¿Somos nuestros nombres?

¿Cuánto podemos modificar lo que somos? ¿Qué dicen nuestras acciones sobre lo que somos?

Entre otras cosas, el siglo XX se caracterizó por el estudio y desarrollo de la biología molecular. A comienzos del 1900 era poco lo que se sabía sobre las estructuras subcelulares, y hacia fines de siglo ya se habían creado seres vivos modificados genéticamente y clones de mamíferos.

El ácido desoxirribonucleico (ADN) contiene la información necesaria para el desarrollo y funcionamiento de los seres vivos, y es también el responsable de la herencia. Está formado por cuatro tipos de nucleótidos (A,T,C y G); la información depende de la cantidad, tipo y orden de nucleótidos, lo que se conoce como secuencia. Cada organismo tiene una secuencia única, algo así como un “código de barras”. Pero… ¿es eso lo que determina la identidad? ¿Somos solo nuestra secuencia de ADN?

Los gemelos son la prueba más sencilla de que no todo está en los genes puesto a que, si bien son idénticos en términos genéticos, son diferentes –incluso a veces en algunos aspectos fenotípicos-. No obstante, la secuencia de ADN nos brinda mucha información acerca de quiénes y cómo somos. Las pruebas de filiación permiten identificar parentescos a partir de la identificación de similitudes en ciertas zonas del ADN. Esto ha sido y es fundamental, por ejemplo, para la restitución de la identidad de los niños y las niñas apropiadas en la última dictadura militar. El conocimiento de ciertas mutaciones asociadas a la propensión a padecer alguna patología, como cáncer de mama o cáncer de colon, puede ser útil para la prevención.

Hoy en día hay una amplia variedad de aplicaciones biotecnológicas derivadas del estudio y conocimiento de la estructura, funcionamiento y expresión del ADN: organismos modificados genéticamente, técnicas de diagnóstico preimplantatorio, terapias génicas, pruebas de filiación e identificación, etc. Incluso la famosa “PCR” que se realiza a partir del material extraído con el hisopado es un procedimiento que permite identificar una porción de ADN con una determinada secuencia (en el caso actual, fragmentos del material genético del COVID-19).  

Pero varias de las aplicaciones tienen una contracara bioética cuestionable. ¿Qué sucede si en base a la propensión genética a ciertas enfermedades una persona no es tomada en un trabajo, o no es aceptada por un servicio de medicina prepaga? ¿O si una persona es discriminada porque su ADN da cuenta de un determinado origen étnico? ¿Qué implicancias tiene un resultado desfavorable en un diagnóstico genético preimplantatorio? ¿Se puede elegir el “mejor” embrión en una técnica de fertilización in vitro, y con qué criterio? Un banco de datos genéticos de delincuentes: ¿generaría una estigmatización de por vida?

Vale preguntarnos y repreguntarnos: ¿somos nuestra secuencia de ADN?